La ciencia demuestra que hay «una mejora del lenguaje después del aprendizaje de la música»

Aprender música protege contra las enfermedades neurológicas y mejora el lenguaje, asegura a Efe el investigador del Institut de Neurosciences de la Méditerranée CNRS Clément François, y por eso los músicos tienen menos probabilidad de desarrollar enfermedades como el alzhéimer, «porque la música actúa de manera protectora en el cerebro».

El neurocientífico mantiene que «el simple hecho de haber practicado música durante un tiempo incrementa la reserva cognitiva«, es decir, las capacidades intelectuales que tiene nuestro cerebro para compensar el paso del tiempo.

François es uno de los autores de un estudio publicado en 2013 en la revista Cerebral Cortex sobre música y lenguaje en los niños que indicaba que tocar un instrumento musical puede tener un efecto muy positivo sobre la capacidad perceptiva del lenguaje, ya que las aptitudes musicales que se necesitan para tocar un instrumento, que exigen un control cognitivo muy alto, se transfieren a otras como las lingüísticas.

«Probamos que niños que nunca hubieran hecho música aprendieran durante dos años», dice François, que añade que a lo largo de este entrenamiento «mejoró la capacidad de percepción» de todos.

Los participantes en la investigación «tenían un mejor desarrollo de las capacidades lingüísticas y menos errores en las pruebas de percepción«, aclara, además de hacer también hincapié en la capacidad de segmentación, que sirve para saber cuándo acaba una palabra y empieza otra, que también mejora después de esta intervención musical.

Esto se debe, según varios estudios como el dirigido en 2011 por Mireille Besson y titulado Transferencia de entrenamiento entre la música y el habla, a que existen en el cerebro unos recursos musicales compartidos entre la música y el lenguaje.

«La música es como una novela«, ha asegurado a Efe Laura Ferreri, doctora en Psicología Cognitiva y profesora de la Universidad de Lyon, ya que, «mientras yo hablo, puedes entender hacia dónde te estoy llevando, lo mismo que una frase musical».

Pone este ejemplo para explicar que se ha demostrado que cuando se producen errores sintácticos en el lenguaje se activan áreas específicas en el cerebro, como el área de Broca, que son las mismas que se activan si se producen errores en el estímulo musical.

La ciencia demuestra, según explica François, que hay «una mejora del lenguaje después del aprendizaje de la música«, y esto se ha usado para intentar combatir los efectos de algunas enfermedades como el ictus u otros accidentes cerebrovasculares, que pueden provocar afasia, un trastorno en la parte del cerebro que controla el lenguaje y que dificulta la capacidad de comunicarse.

Una investigación de la Universidad de California que se basó en el estudio de 157 parejas de hermanos gemelos arrojó unos resultados que apuntaban a que aquellos que tocaban algún instrumento musical tenían menor riesgo de padecer demencia.

Tras tener en cuenta el género, la educación y la actividad física, aquellos gemelos que aprendieron a tocar un instrumento tenían un 36% menos de posibilidades de desarrollar demencia o enfermedades cognitivas.

La especialista en neuroimagen Lucía Vaquero relaciona el fenómeno con el concepto de plasticidad cerebral, algo que define como la «capacidad que tenemos todos a lo largo de toda nuestra vida para adaptarnos a cualquier situación ante la que nos encontremos».

Vaquero insiste en declaraciones a Efe en que la música promueve esta plasticidad porque «supone una estimulación muy fuerte y es una actividad muy ligada a las áreas de recompensa».

Cuando simplemente escuchamos música, sobre todo la que nos gusta, «lleva a que en el cerebro se activen las mismas áreas que con la comida o el sexo, aunque no pensemos en ella como algo que sirva a la especie humana en términos de supervivencia», sostiene Ferreri.

Con la escucha de música se produce también una liberación de dopamina en el cerebro, un neurotransmisor muy importante que regula nuestro comportamiento y motivación y que, por tanto, está implicada en procesos cognitivos importantes como los de memoria: «Sabemos que cuanta más liberamos, mejor puede ser nuestra memoria«, recalca la investigadora.

Fuente: www.noticiasdegipuzkoa.eus

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